En la historia de la astronomía conocemos dos grandes e importantes teorías que marcaron dos épocas bastante diferentes del conocimiento humano respecto al universo: la teoría geocéntrica de Ptolomeo y la teoría heliocéntrica de Copérnico; ésta última marca el punto de partida de la astronomía moderna.
El geocentrismo afirmaba que la Tierra era el centro del universo; esta teoría se mantuivo fuertemente arraigada duante la Edad Antigua y principalmente en la Edad Media, época en la que no podía ser juzgada ni cuestionada, ya que corrías el riesgo de ser encarcelado o peor aún, condenado a muerte por herejía.
Pero con Nicolás Copérnico llegó el cambio; su teoría heliocéntrica supuso la revolución científica más importante de todos los tiempos; se dejaron atrás los dogmas que prohibían cuestionar lo conocido, entonces las ciencias renacieron y tuvieron un importantísimo auge que no se detuvo.
Pero por más que pareciera que estas dos teorías sobre la estructura del universo no pueden reconciliarse (geocentrismo y heliocentrismo), hubo un astrónomo que pensó que si era posible; o al menos intentó que así sea. Este astrónomo fue el danés Tycho Brahe.
El Sistema Tychónico trataba de unir en uno solo las ideas de un universo heliocentrista y uno geocentrista, combinando las ventajas de cada teoría. Nació así el modelo geo-heliocéntrico. Básicamente se trataba de un universo donde el centro era la Tierra, y el Sol, la Luna y el resto de estrellas estaban orbitándola; mientras que el resto de planetas conocidos hasta entonces (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) estaban orbitando al Sol.
Este sistema se mantuvo en auge por muchos años a finales del siglo XVI y principio del siglo XVII, pero cuando Johannes Kepler comenzó a formular y publicar sus famosas leyes del movimiento planetario, el sistema Tychónico fue quedando obsoleto poco a poco hasta ser abandonado por los científicos de la época.